Esta vez nos toca presentarte un relato de miedo que esperamos sea de tu agrado. Es un cuento de terror escrito por Juan Pablo Rivera, un excelente autor que nos sigue sorprendiendo con sus historias. Si te gustan este tipo de narraciones, ponte cómodo para que disfrutes esta gran lectura.
CONTENIDO
Las Almas En Desgracia
Cuento de Terror escrito por Juan Pablo Rivera
En medio del desierto y como una especie de oasis, se podía encontrar un nosocomio en el estado de Sonora. Si se conducía de sur a norte por la carretera México 2, se viraba a la izquierda a la altura del kilómetro 142, y se manejaba con mucha calma durante sesenta y siete mil metros más.
En esa Institución, se habían establecido las nuevas formas de vivir para las personas perturbadas de sus facultades mentales. Ahí, se mantenían “en cautiverio clínico” alrededor de cinco mil pacientes.
A todos ellos se les daba de comer, un techo y un “alivio” a sus problemas de manera gratuita. Se sabe, que ese lugar recibía donativos de personas de muy alto vuelo económico y que también les asignaban un subsidio por parte de las autoridades.
A cambio del dinero y de las prerrogativas que recibían los “profesionales” del área psíquica, el internado se comprometía a hacerse cargo por completo de la vida de los “reclutas”; desde que ingresaban “verticalmente” hasta que salían “horizontalmente” de allí.
Para los ojos de los externos, no había nada raro en eso. El lugar funcionaba con normalidad, se podía decir, que era una zona exclusiva con alto grado de confiabilidad; pero, como reza a la letra un dicho muy popular: “nadie sabe lo que trae el costal, sólo el que lo viene cargando”. Bajo esa premisa, el sitio albergaba algunos pequeños secretos en su interior.
La cantidad de pacientes era elevada, sobre todo después de las crisis recurrentes que se dieron durante los últimos 20 años; donde muchas personas perdieron grandes inversiones y empezaron a enloquecer. Como parte del tratamiento para “recomponer” la mente, el sanatorio sometía a cirugías a los enfermos; pero estos, lejos de recuperarse, terminaban peor.
A los alrededores de las instalaciones, sobrevivían algunos pobladores que se dedicaban a la ganadería caprina y porcina. Algunos otros, establecieron pequeños negocios de comida, de compra-venta y de servicios.
«—Doña Juanita, era una persona que vendía cena los fines de semana en su local; con horarios extendidos hasta las 3 de la mañana —relata don Gumersindo.
»—En una ocasión cuando estaba por retirarse, después de una buena venta. La señora tenía que cruzar rumbo a su domicilio; donde para llegar forzosamente pasaba muy cerca de la clínica “de locos”. Lo hacía pegada a la valla, siempre apresurando el paso; sin voltear hacia los lados.
»—¡Ya me imagino cómo temblaban sus labios! Tanto, que no podía distinguirse si era por el frio o si ensalzaba algún rezo; deseando llegar lo antes posible a su hogar —expresa sonriendo don Chindo.
»—Se rumora, que aquel fatídico día Juana llegó a la puerta de su habitación, sintiendo el peso de muchas miradas que se le clavaban en la nuca y, presa del pánico no atinaba a embonar la llave en la chapa. Cuando por fin lo logró, entró rápidamente y azotó la pesada hoja de madera; al tiempo que le ponía un grueso pasador de acero para trancarla.
»—Pasados unos minutos y ya estando en su cama, escuchaba muy cerca de la ventana pláticas que no podía definir y lamentos un tanto extraños. Dicen, que sacando valor de su curiosidad salió a la sala. Luego, recorrió la florida cortina y entonces, vio a cinco siluetas vestidas de blanco moviéndose por la calle. Vociferaban y cantaban, en un idioma que no podía comprenderse.
»—Algo no estaba bien, pues las figuras danzaban y avanzaban sin siquiera tocar el suelo, o al menos, eso parecía. Tomó el rosario, encendió unas veladoras y frente a la figura de su “San Judas Tadeo” empezó a pedir por aquellas almas en desgracia.
»—Dicen, que después de media hora el entorno recobró la tranquilidad. Juanita regresó a su cuarto y perdió la noción quedándose dormida hasta las 10 de la mañana del día siguiente.
»—Envalentonada con la luz del día, decidió revisar el camino por donde aquellos cinco entes habían cruzado. Su sorpresa fue mayúscula cuando encontró solo huellas de animales salvajes. “No podían ser humanos —pensó—. ¡Esto es obra del diablo!”.
»—A las cinco de la tarde, cuando la señora reabrió la cenaduría, una procesión llevaba al panteón cinco cuerpos sacados del nosocomio. Doña Juanita no dijo nada, agachó la mirada y se dedicó a terminar de cocinar los platillos para la vendimia».
Hoy, el nosocomio está cerrado, al igual que la Cenaduría. La gente cuenta que la dueña tomó sus cosas y desapareció sin decir una sola palabra, y remata don Gumersindo su relato con la siguiente frase: “nadie sabe lo que trae el costal más que el que lo viene cargando”.
Luego el anciano, toma su bordón y pesadamente empieza a caminar tambaleándose con su figura encorvada rumbo a lo que queda de la iglesia. Según él, a “rezar por las almas en desgracia”.