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Regresaré Por Ti

Regresaré Por Ti - Cuentos de Terror Breves

A nuestros lectores que les gustan los cuentos de terror breves, en esta oportunidad les ofrecemos una escalofriante historia que nos envió Juan Pablo Rivera. De antemano, le agradecemos a este gran autor por compartirnos un excelente relato que les espantará el sueño; esperamos y les agrade. Sin más dilación aquí se los entregamos.

Regresaré Por Ti

Autor: Juan Pablo Rivera

Nadie sabe a ciencia cierta qué es lo que pasa en la Clínica 43 que se encuentra a las afueras de la Ciudad Capital de Narrastya. Los médicos comentan que continuamente los pacientes se quejan de las visitas nocturnas.

Se refieren a una de las enfermeras, quien entre otras cosas; se dirige a ellos con insultos, los obliga a tomarse los medicamentos, a guardar silencio y les pide no quejarse en absoluto de cualquier molestia.

La administración argumenta que los convalecientes son en verdad muy “impacientes” y que por lo tanto, no se les puede creer ni la mitad de lo que dicen. Así lo expresa “entreverando” alguna sonrisa Carmelo Villaurrutia director en turno del nosocomio:

«—Tenemos que considerar que los enfermos requieren de mucha atención, algunos hasta quisieran recibir mimos todo el tiempo como si se tratasen de niños. Pero eso es imposible, el excesivo trabajo nos impide personalizar los servicios, hacemos lo que podemos con los pocos recursos que se nos asignan y en unos años esto se pondrá peor».

La verdad es que dentro de las instalaciones, se esconde algo mucho más tenebroso que la irreverente conducta de la matrona y que el personal de mantenimiento ha etiquetado como fenómeno paranormal.

«—La otra noche me tocó doblar turno y pasada las dos de la mañana se fue la energía eléctrica en la zona de cuidados intensivos. Para cuando reestablecieron la luz, ya se habían muerto seis de los sesenta y cinco pacientes que estaban en terapia, aquí hay algo malo, muy malo —platica Carmelita empleada externa de una compañía de limpieza contratada por el centro médico».

El personal clínico se mantiene al margen, se les tiene prohibido realizar comentarios al respecto; pero las estadísticas de mortandad del hospital lo ponen a la cabeza de cualquier otro. Tal vez, sea conveniente para el Estado que las cosas sucedan de esa manera; pues aligera la carga del presupuesto, como dice el dicho: “entre menos burros, mas olotes”.

Gentilmente, el personal de limpieza me proporcionó los datos de un ex paciente que aseguran, tuvo un encuentro paranormal: Don Roberto un señor de la tercera edad que vive pensionado desde hace diez años, padece de problemas renales e hipertensión arterial.

Después de analizar detenidamente las cosas y con más morbo que profesionalismo, terminé por contactarlo y estuvo de acuerdo en que le realizara una pequeña entrevista en una de las cafeterías más populares de la ciudad: “El Sorbo”.

Cuando nos sentamos a conversar, clasifiqué de muy importante su caso con la firme intención de conseguir a detalle el relato de su experiencia, sus ojos me miraron fijamente y comenzó:

«—Hace siete meses, tuve un infarto y me hospitalizaron en ese horrible lugar. Dos compañeros estuvieron compartiendo aquel espacio conmigo, nunca se me olvidará lo que aquella noche del 3 de septiembre pasó.

»—Alrededor de las 11:30, el personal de enfermería se retiró para hacer el cambio de turno y nos quedamos solos en la habitación. Casualmente ese día, ningún familiar nos acompañaba, de repente la energía eléctrica se colapsó y los aparatos empezaron a parpadear emitiendo pitidos que nos repiqueteaban en los oídos.

»—Muchos empezaron a gritar pidiendo desesperadamente ayuda, los ruegos resultaban inútiles, parecía que el hospital hubiera sido abandonado por todos los encargados de garantizarnos la salud. Pasados algunos diez minutos hizo su aparición aquel engendro personalizado en una enfermera.

»—Era alta, extremadamente flácida, sus ropas destellaban un halo de color rojizo que iluminaba los rostros desencajados de quienes la miraban. Parecía no tocar el suelo cuando avanzaba y emitía carcajadas espeluznantes entremezclando aullidos y lamentos de ultratumba.

»—A su paso amenazaba con hundir una gruesa jeringa a los pacientes. Primero, se acercó a mis amigos, entonces el miedo me paralizó; porque pude mirar de reojo cuando incrustaba el enorme alfiler en el suero de mis compañeros. También fui testigo, de cómo lanzaban alaridos de terror.

»—Después se deslizó lentamente hasta mi camilla, como si disfrutara del momento y acercó su oscuro rostro desencarnado a escasos diez centímetros de mi cara. Podía respirar su hedor, estaba a punto de insertar aquel instrumento mortal en la solución,  cuando se restauró el sistema eléctrico iluminando por completo el piso de cuidados intensivos, pero antes de desvanecerse aquel espectro me lanzó una advertencia con voz gutural: ”Regresaré por ti”.

»—Ni el relajante que navegaba por mis venas, aligeró mis miedos. Esa madrugada no pude conciliar el sueño, y esperé impaciente la luz del sol. Cuando llegaron mis familiares les conté lo sucedido y me lo tomaron a broma. Esa misma tarde, me dieron de alta y poco antes de abandonar la clínica; fuimos testigos del traslado de los cuerpos de aquellos dos desafortunados camaradas.

»—Una vez en casa, me dediqué a buscar ayuda “espiritual” logrando conectarme con un Chaman de nombre Gerónimo. Él me explicó que la enfermera de la muerte, es un ente maligno que vaga por los hospitales enviando las almas de sus víctimas a los lugares más oscuros del purgatorio.

»—Se regocija con el sufrimiento y el dolor de aquellos que son atormentados, se alimenta de la angustia, del miedo y del desequilibrio mental de sus “elegidos”. Me explicó que esa noche corrí con suerte, pues es casi imposible escapar de ese espíritu perverso».

Cuando Don Roberto terminó su relato, apagué con desenfado la grabadora y extendí mi mano en señal de despedida. Salí de ahí con más dudas que respuestas, al final, creo que el entrevistado percibió mi escepticismo.

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Me reacomodé la mochila sobre el hombro izquierdo, tomé mi celular y contacté por medio de una moderna aplicación el taxi que habría de llevarme rumbo a casa. No me había percatado siquiera lo tarde que era ya, pues pasaban las 11 de la noche.

Le pagué con dos billetes de 50 pesos al chofer y le dejé el cambio de propina. El perro de uno de los vecinos, ladraba como loco impidiéndome escuchar con claridad las “gracias” del conductor.

Luego, abrí la reja para entrar en el edificio y subí las escaleras hasta el cuarto piso. Quería descansar, entonces giré la llave dentro de la chapa de aquella puerta marcada con el número cuarenta y tres. Tenía escasos siete meses que había rentado esa habitación en la Colonia 3 de septiembre.

Después, encendí las luces cerrando la puerta con el pasador y dejé mis herramientas de trabajo sobre la mesa de centro. Quería tomar una ducha para estar completamente relajado, antes de disfrutar una de mis series favoritas de media noche: “Doctor Houssen”.

Al salir de la regadera tomé el cepillo dental y abrí el botiquín para tomar la crema. De pronto, un frio estremecedor recorrió mi cuerpo; pues me percaté que dentro había una extraña jeringa con una punta enorme. También estaba un mensaje en la contrapuerta del espejo que decía: “Regresaré por ti”.

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