Si andas buscando cuentos infantiles de terror cortos para leer a tus pequeños, has llegado al sitio correcto. En esta oportunidad te presentamos una gran historia de miedo que fue creada por Juan Pablo Rivera. Es un relato que podrás disfrutar junto con tus hijos. Pónganse cómodos y apaguen las luces porque es hora de deleitarse con esta espeluznante lectura.
CONTENIDO
El Intercambio
Autor: Juan Pablo Rivera
Un domingo por la tarde, Manuel y su esposa Hermelinda llevaron a la pequeña Natasha al parque público de la colonia Mariano Vega, considerado uno de los más grandes y completos en la Ciudad, se lo habían prometido entre semana y decidieron cumplirle.
Recorrieron los juegos mecánicos, entraron en “Avelandia” una exposición de aves tropicales, disfrutaron de un algodón de azúcar, más tarde de unos cocos preparados y cerraron con tamales de dulce y atole caliente. Durante el entretenido itinerario, Nathy descubrió un cartel con la fotografía de una niña que decía:
«Se busca a Nahomi, desaparecida el 15 de junio del año en curso: Seis años, tez morena, ojos grandes de color marrón, pelo castaño oscuro ondulado con caída debajo de los hombros, boca delineada, frente mediana, nariz pequeña. Cualquier información favor de comunicarse al teléfono 562 23 84 00. Se le recompensará a quien proporcione cualquier dato que ayude a localizar a la menor».
De regreso, cuando el sol se apagaba en el horizonte, tomaron un taxi para dirigirse a su casa, todo era alegría repartida en tres. Los padres de la niña se tomaban de la mano e intercambiaban miradas de satisfacción al ver tan feliz a la chiquilla.
Una vez en casa, se prepararon para dormir, se respiraba un aire de tranquilidad en el hogar. Natasha le pidió a su madre que le leyera un cuento, se deslizó en su camita y se arropó con un afelpado cobertor de los pies hasta el cuello, hacía frío más de lo normal en aquellas vacaciones de invierno.
El sol hizo su majestuosa entrada a las 9:30 de la mañana, asomándose lentamente por la ventanita de la estancia de Natasha, quien despertó con ganas de salir al patio para jugar con “Rintintin”; un gatito amarillo que le regalara su tía María Elena un año atrás.
En afán de perseguir al minino, éste saltó la barda hacia la banqueta. Nathy desesperada, abrió la reja para buscarlo y se encontró con una agradable sorpresa, al pie de la entrada, se hallaba una muñeca de casi un metro de altura.
Volteó hacia todos lados, pensando toparse con el dueño de aquel agradable juguete; pero no encontró a nadie. Entonces, se dispuso a esperar unos minutos a ver si alguien aparecía, ninguna persona llegó. Sentía que su corazón quería salirse del pecho; se había olvidado por completo de su gato. Luego, tomó el trofeo y corrió hacia la cocina para platicarle a su madre sobre el hallazgo.
—Creo que la dejaron abandonada mami, ¿puedo quedarme con ella?, ¡di que sí, por favor! —suplicó la pequeña.
—Puedes quedarte con ella; pero si aparece el o la dueña, tendrás que prometerme que se la devolverás, ¿está bien? —respondió Hermelinda.
—Si mamá, ¡gracias por ser tan comprensiva! —asintió la niña, al tiempo que levantaba en brazos la excepcional muñeca; para luego subir corriendo las escaleras rumbo a su cuarto.
—Tendremos que buscarte un nombre —habló con el objeto inanimado, cerrando los ojos.
En ese momento, se le vino a la mente aquel letrero del parque. Le pareció que los rasgos de la muñeca, eran muy semejantes a la imagen de la muchachita extraviada. Abrió los ojos y exclamó:
— ¡Ya sé, te llamarás Nahomi!
Los meses siguientes, fueron para Nathy de pura diversión. Bañaba, cepillaba, vestía, perfumaba a su juguete y dormía con ella. Se esmeraba en su cuidado; pero hubo personas, tal vez mal intencionadas, que aseguraban haber visto que Nahomi cobraba vida. Que platicaba, se peinaba y se cambiaba de ropa sola.
Fue un 24 de noviembre, cuando estando en una tienda de autoservicio, Natasha miró un par de patines con su equipo de protección. En cuanto los vio, quedó hechizada por ellos e inmediatamente convenció a sus padres para que se lo regalaran en navidad. Ese fue el principio del fin para lo que hasta ese día, fuera el juguete preferido de la pequeña.
Nahomi empezó a perder “brillo”, su cabello se deterioró, el tono de sus mejillas se decoloró y su vestido terminó hecho un despojo. Nadie supo que pasó con la muñeca, hay gente que cuenta que una noche los padres de Nathy, la depositaron en el tambo de los residuos. Pero que, fue capaz de salir por su propio pie del contenedor y se perdió entre los oscuros callejones de la ciudad.
Tampoco nadie sabe a cabalidad, lo que sucedió con Natasha y su familia. Abandonaron el barrio cinco meses después de tirar el juguete a la basura. Algunos muchachos, afirman que los vieron en el parque pegando carteles en arbotantes, bardas y árboles, con la siguiente información:
«Se busca a Natasha; edad: seis años; tez: blanca; cabello: rubio lacio; ojos: azules, nariz: pequeña, boca: mediana; frente: amplia. Cualquier información se le recompensará ampliamente. 562 74 29 56».
Al otro extremo de la ciudad, en el parque acuático “Siete Mares”; Clarissa aplaudía junto a sus padres el extraordinario show que realizaban los delfines. Saliendo de ahí, se dirigieron a comprar algunas golosinas y refrescos. Cuando pasaban por uno de los recipientes de basura, la niña quedó perpleja al ver una hermosa muñeca sentada al lado de un cartón. Aprovechó el momento de distracción de sus papás para tomarla entre sus brazos.
— ¿Y ese juguete? —le preguntó Raúl a su hija.
—Es mío, me lo encontré tirado en la basura —expresó la chiquilla sin dejar de sonreír.
—Mira, dejaremos que te lo quedes; pero si alguien lo reclama antes de salir de aquí, tendrás que regresárselo, ¿de acuerdo? —ordenó la madre.
—Está bien mami —respondió emocionada Clarissa, rogando a Dios, que nadie hiciera reclamo alguno.
—Tienes que buscarle un nombre a tu muñeca —le sugirió su padre, en el momento justo cuando se servía la cena.
La niña miró detenidamente a la muñeca, «¡A ver!… ojos azules, piel blanca, cabello dorado y lacio, nariz diminuta y respingada; ¡creo que te pondré Natasha!».