En el mundo, siempre han existido seres perversos que disfrutan pisotear a sus semejantes. La Leyenda de La Quintrala deja en claro que, los oscuros sentimientos también anidan en las personas. Por desgracia, cada día la maldad crece sin detenerse y se fortalece hasta volverse una amenaza para la humanidad.
En las leyendas chilenas de la zona central destaca La Historia de La Quintrala. Se trata del rumor popular que colocó a Catalina de los Ríos y Lisperguer como un monstruo. Una mujer poderosa y bonita que sembró el terror por su dureza; alguien que fue repudiada hasta el final.
La Quintrala era considerada como un mito, pues carecía de sustento real. Fue gracias a los cronistas que logró convertirse en una leyenda popular de Chile. El siguiente relato describe eventos nefastos que resultan aberrantes para cualquiera. Si quieres adentrarte más en los hechos, quédate a conocer esta impresionante historia.
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La Quintrala
El abuelo paterno de La Quintrala fue Gonzalo de Los Ríos y Ávila. Era un militar español que sirvió en el periodo de la conquista chilena. La esposa de ese soldado, pertenecía a una de las familias más adineradas de aquella época; esta dinastía financió la expedición del Pedro Valdivia.
Dicen que, en las venas del abuelo materno corría sangre sajona. Era Pedro Lisperguer, alguien que había sido paje de Carlos V. Este personaje, fue uno de los intrusos que anduvo colonizando tierras andinas. Acompañaría al gobernador García Hurtado de Mendoza, en la misión de establecer el reino de Chile.
La protagonista de esta historia, procedía de una estirpe potentada que guardaba relación con las altas esferas. Sus antepasados fueron los primeros caciques que dominaron casi todo el centro de Chile. Los padres de La Quintrala, poseían bastantes propiedades que se localizaban en Santiago, Codegua, La Ligua y los alrededores.
De pequeña, Catalina de Los Ríos y Lisperguer demostró gran rebeldía y un fuerte carácter. Tal vez, desde aquel entonces, en ella ya se veían algunos atisbos del recio temperamento. Esa niña de rostro angelical, lucía una abundante melena carmesí. Sus ojos parecían dos esmeraldas preciosas que despertaban extrañas sensaciones.
Con los años fue acentuándose su belleza, pues se convirtió en una hermosa hembra. Los ojos verdes misteriosos, las finas facciones y torneada figura; arrancaban suspiros en los caballeros. Pero había algo que resultaba más enigmático: La frondosa cabellera pelirroja por la que le endilgaron el apodo de La Quintrala.
Cuentan que, ese mote lo recibió por las flores rojizas del quintral. Otros piensan que, el sobrenombre surgió al saber que dicha planta vive de los árboles. Quizás daba a entender que esa siniestra mujer les robaba la voluntad a los hombres. Comprenderás la alegoría si prosigues con la historia.
Catalina de los Ríos y Lisperguer
Se supone que, Catalina de los Ríos y Lisperguer nació en 1604. Cuando llegó a este mundo, un hogar repleto de comodidades le esperaba. Ese ser alojaba distintos genes, pues era una amalgama de varias razas. Las raíces amerindias, españolas y germanas que tenía, definirían después de todo su esencia.
Los padres de esa chiquilla vivían sin privaciones, habían heredado estancias prósperas y enormes riquezas. La cuantiosa fortuna provenía de sus ancestros; de aquellos que con avaricia invadieron a las tierras chilenas. También la abuela materna de Catalina, les dejó otras haciendas; ella era descendiente de una princesa inca acaudalada.
El tiempo logró revelar el verdadero talante de La Quintrala. Se había transformado en una muchacha soberbia que maltrataba a los demás. Es probable que su exuberante belleza y poder, le hicieran sentirse superior. Luego nació la creencia de que esa arrogante mujer, era alguna hechicera que adoraba al Diablo.
La gente sostenía que, en esa familia había brujas demasiado peligrosas; que fueron iniciadas por una nigromante mapuche. Aseguraban que esos conocimientos ocultos les ayudaban a obtener cantidades inmensas de dinero. Existía la superstición de que, las invocaciones satánicas que realizaban iban debilitando a sus enemigos hasta eliminarlos para siempre.
Se dice que Catalina de los Ríos y Lisperguer envenenó al propio padre. Un día que estaba muy enfermo le dio sopa de pollo contaminada. Años después, demostraría que nadie podría domarla; pues se casó con un tipo pusilánime. Cuando murió la hermana, todos los bienes quedaron a su cargo.
Los abusos y atrocidades de la terrateniente avanzaron sin parar, eran sonados en toda la región. Su protervia no tenía límites, se había ganado la fama de cruel y despiadada. Giraban sobre ella relatos macabros, de estos surgiría La Leyenda de La Quintrala. A continuación, desvelaremos algunas de las historias.
La Leyenda de La Quintrala
El autoritarismo de Catalina siguió aumentando conforme pasaban los días. En ella, habitaba un corazón ponzoñoso que solía regocijarse con el dolor ajeno. Era alguien ruin, que trataba de modo infame a sus sirvientes. Las palizas y azotes que les propinaba a los infelices, terminaban por mandarlos al otro mundo.
Esa actitud represora, sería también la desgracia de varios amantes que tuvo. Lograba atraparlos con sus encantos y los manipulaba a conveniencia. Al poco tiempo de someterlos decidía desecharlos, ya que sólo significaban un rato de diversión. Luego, ella misma les golpeaba sin misericordia; gozaba aquel sufrimiento hasta que expiraban.
Cuenta la leyenda que en un árbol le pareció vislumbrar el rostro del Salvador. Entonces ordenó que de esa madera labraran un crucifijo; este era testigo de sus atropellos. Se lo entregó a los frailes agustinos, porque no soportaba aquella mirada recriminadora. Después sería conocido como el Cristo de Mayo.
Quienes osaban desafiar a la temible latifundista no vivían para contarlo. Las lenguas decían que era la hija del demonio; por hacer rituales negros. Llegó a murmurarse que había aniquilado a muchos de sus trabajadores. El ingente caudal que amasaba le permitía doblegar voluntades, la mantenía indemne de las autoridades.
La maldad de La Quintrala perduró hasta el ocaso de su vida. La implacable edad le mermó el atractivo, pero conservaba todavía un espíritu putrefacto. La acusaron de cometer unos cuarenta crímenes y como siempre burló a la justicia. De La Muerte no podría escapar; pronto tendría que rendirle cuentas.
Falleció a los 61 años y aún se desconoce dónde quedó enterrada. Pagó numerosas misas para purificar sus pecados, debía pedirse también por el descanso eterno de las víctimas. La vieron deambular en los terrenos que acostumbraba visitar. Quizás, ahora mismo, La Quintrala esté retorciéndose ante Luzbel en el infierno.