A veces, la escasez de valores propicia terribles acontecimientos; estos suelen terminar en infortunios. En la ausencia del respeto aflora el descarrío; el último, conduce hacia rumbos equivocados. La Historia del Silbón versa sobre esos temas, es una leyenda de Venezuela que también se diseminó en otras partes del mundo.
Quien no sepa valorar a sus padres debe atenerse a las consecuencias. Los comportamientos errados, casi siempre atraen a los fatales desenlaces. Pudiera decirse que La Leyenda del Silbón se sustenta en tales apotegmas. Es la historia de un ente maligno, que pena en los llanos de Venezuela y Colombia.
El Silbón viene siendo, un personaje típico del folclor llanero que representa a las leyendas venezolanas. Existen varios relatos que hablan de esa malévola entidad, todos ellos bastante perturbadores. Algunos quizás, deambulen en los terrenos de las suposiciones, otros podrían referir hechos reales; hoy vamos a narrar los más conocidos.
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El Silbón
En los llanos venezolanos merodea un hombre siniestro que pertenece al inframundo. Se trata de algún espectro maldito que vaga errante en los caminos solitarios. Su ajado rostro refleja gran sufrimiento y está hambriento de venganza. El abominable ser, carga en la espalda un enorme saco que contiene osamentas humanas.
El Silbón es alguien larguirucho, ya que alcanza hasta 6 metros de altura. Porta un sombrero raído, con el que disimula su semblante sombrío. Va enfundado en harapos; los cuales, le hacen ver como algún pordiosero. Emite sonidos macabros que alborotan la tranquilidad; pues inundan el ambiente de presagios funestos.
Esa tonada lúgubre augura adversidades; la gente cree que es una señal de muerte. El silbido del espíritu perverso anuncia horribles desgracias. Los lugareños saben que, algo muy malo pronto va a suceder. Tendrán que sostenerse en su fe y pedirle a Dios para que pueda librarlos de las tragedias.
Recibió ese apodo porque, de sus labios brota una melodía bastante tétrica que emplea todas las notas musicales: do-re-mi-fa-sol-la-si. Los aldeanos sostienen que cuando dicha criatura se halla lejos, sus chiflidos logran percibirse con claridad. Si los silbidos suenan distantes, entonces quiere decir que la ominosa aparición anda demasiado cerca.
Recorre los sitios desolados de las llanuras venezolanas y colombianas. Durante las épocas estivales puede mostrarse inofensivo, pero en el invierno su crueldad aumenta. Cuando retumba el cielo en el tiempo de lluvias es más peligroso. En la oscuridad, la espantosa figura dejará el escondrijo y perseguirá a los nocherniegos.
En comunidades de la región llanera le vieron contar los huesos. Las creencias populares mencionan que, cuando las personas advierten su presencia ninguna desventura pasará. Si nadie llega a mirarlo; alguien ocupará un ataúd. Las siguientes historias, detallan eventos que se relacionan con el origen de La Leyenda del Silbón.
La Leyenda del Silbón
Este relato surgió a mediados del siglo XIX. Fue en el municipio de Guanarito; ese lugar, se encuentra al sureste de Portuguesa. Narra las aventuras de un muchacho malcriado y su padre. A diario lo veían chiflar en las calles; por ello, los llaneros le dieron el apelativo del Silbón.
Desde chico estuvo acostumbrado a ser el centro de atención. Sus progenitores cometieron el error de cumplirle cualquier exigencia. Esas actitudes van formando a pequeños monstruos, que acabarán convirtiéndose en una amenaza. El mimar tanto a los hijos no es algo recomendable; cuando se hace, nunca deben esperarse cosas buenas.
Un día, el chamo le pidió a la madre asadura de venado; pero no había. Entonces su enfado se desbordó hasta llenarlo de furia. El padre sabía que nada podía negársele al adolescente; por eso lo invitó a cazar en el bosque. Tenía esperanzas de encontrar un ciervo para complacerlo.
Pero la búsqueda fue infructuosa y el demonio aprovechó para hacerse presente. La maldad del mozuelo le endureció el corazón y lo instigó a realizar una locura. Poco después, quedaría un cuerpo tirado ya sin aliento. El Silbón cargaba en sus manos un premio, algo que consternaría a la familia.
La mamá presentía que aquellas vísceras no eran de algún animal. Descubrió con horror que pertenecían a su marido; logró confirmarlo porque nunca regresó de la cacería. Fue el abuelo quien decidió darle un escarmiento al desquiciado mancebo. Ordenó amarrarlo en un vetusto árbol y luego lo azotó sin compasión.
El viejo untó ají en las heridas y lo mandó a recoger los despojos del infortunado hombre. Desde esa vez, El Silbón pena entre los vivos. Le han visto en las noches cuando refulge el firmamento. Lleva a cuestas un costal de huesos, quizás anda cumpliendo la maldición del anciano.
Otras Historias del Silbador
Existe otra historia del Silbón, que muestra variantes respecto a la versión anterior; cuenta lo siguiente. Caía la tarde y aquel fulano caminaba hacia el galpón. Jamás esperó que adentro le aguardara una espantosa realidad. Cuando abrió la puerta algo inmundo se reveló: un ser despreciable mancillaba a su esposa.
Respetaba mucho a su papá, mas ese día la admiración terminó en la basura. Cómo podría perdonarlo si había ultrajado a la mujer que adoraba. El agraviado sabía que se condenaría, pero el degenerado no iba quedarse sin castigo. El último estertor anunciaría que aquel desdichado viajaba al otro mundo.
Cuando el padre del fiambre vio la macabra escena maldijo a su nieto. Luego le dio de latigazos y embadurnó aquel cuerpo con picante y limón. Enseguida, lo desterró para que muriera en el campo y alimentara a los gusanos. Nunca imaginó que después penaría cargando un saco de huesos.
Aseguran que desde ese día un bulto gigante se pasea errabundo. En las tinieblas deja escapar hórridos sonidos que evocan a la muerte. Es El Silbón que vaga eternamente sin conseguir descanso. Lo acompaña El Perro Tureco; una bestia infernal que satanás envió para que lo siguiera a todas partes.
En ciertas regiones de Colombia le llaman El Silbador o El Chiflón. Es el ánima de un jinete mujeriego que murió solo y busca compañía. Al escucharse sus funéreos chirridos la parca llegará. Cuando estos son agudos, una mujer dejará de existir. Si suenan graves, un hombre partirá para siempre.
En ocasiones, a través del ombligo, extrae el aguardiente de los borrachines. Dicen que, ataca a las personas libertinas y arranca sus huesos. Si se te aparece El Silbón, procura llevar ajís contigo. Los ladridos de perros y el restallar del látigo pueden asustarlo; quizás le recuerdan un doloroso pasado.