La historia que a continuación presentaremos se dice que es una de las leyendas mexicanas reales que cuenta la gente. Este relato está lleno de eventos paranormales; si lo llegas a leer en la noche prepárate para no dormir; ojalá que lo disfrutes.
Casi toda mi vida viví en una casa antigua con espacios extraordinariamente grandes, por donde se extienden inmensos senderos; que llevan a lugares oscuros muy llenos de misterio.
Recuerdo que cada noche, podía escuchar los pasos de extraños seres que a veces reían o paseaban con sus mascotas.
De niña nunca les tuve temor a esos sucesos paranormales, pensaba que aquello era algo normal en las personas adultas; pero a medida que fui creciendo, me di cuenta que ningún miembro de mi familia los percibía, fue allí cuando comencé a sentir miedo.
Empecé a tener sueños espeluznantes, que cambiarían por completo mi vida; ya no sonreía y tenía miedo salir de casa. Esa pesadilla estaba relacionada con una anciana, que miraba en las noches llevando a su perro; por un sendero de la vieja casona.
En uno de éstos, miré claramente cuando esa vetusta mujer entraba a mi habitación y luego me invitaba a salir de la casa. La viejecita decía que todos estaban preocupados por mi ausencia y querían que volviera a compartir las noches con ellos.
Aquella ensoñación fue tan real que llegué a sentir cuando la anciana me tocaba las manos; lo que hizo que despertara sobresaltada. La noche era fresca y salí de mi cama para ir a la cocina por un poco de agua.
Siempre miraba hacia afuera por la ventana y ese día que lo hice, volví a ver a la viejita de la pesadilla que extendía su mano y me decía: «¡Ven te extrañamos!». Esa vez me di cuenta que aquel sueño era real y algo misterioso escondía el sendero de mi casa.
Con miedo regresé a la cama y después de varios intentos logré dormirme; pero de nuevo la anciana entró a mi sueño. Sentí cómo ella volvía a la habitación y con una voz ronca me decía que debía acompañarla hasta el sendero.
Al escucharla tan cerca de mí, desperté muy asustada sintiendo que raros escalofríos recorrían mi cuerpo y me di cuenta que la luz de mi habitación estaba prendida. Intenté serenarme pensando que mi madre la había encendido; después me aclararía que no fue ella.
De pronto mi cuerpo se estremeció y entonces me di cuenta que algo paranormal sucedía en mi casa. Estaba aturdida, sin saber que hacer pues me sentía atrapada en un escenario espantoso como los que sólo existen en los cuentos de terror.
Los días pasaron y dejé de visitar el patio, porque en ese lugar seguía mirando a la anciana esperándome; lo cual me llenaba de miedo.
Al darse cuenta mi madre de que algo raro me sucedía, quiso ayudarme espiritualmente; pero nunca imaginó que aquello molestaría más a los extraños seres.
Por más de un siglo, esas criaturas del sendero habían vagado por las noches en busca de almas nobles para ofrecérselas al Señor de las Tinieblas. Uno de esos espíritus, era la malvada anciana, que quería entregarme al diablo; así satanás le permitiría seguir “viviendo” en este mundo.
Todas las noches mi madre me velaba, pues sabía del peligro que me acechaba. Un día cuando el sueño la venció, la maldita vieja de nuevo apareció y empezó a llamarme para que fuera hasta el patio y comencé a caminar hacia ella.
De pronto mi mamá despertó, con un crucifijo en mano corrió para rescatarme y aprovechó para derramar agua bendita sobre el malvado ente. La anciana al sentir aquel líquido se transformó en un horrible monstruo que en segundos desapareció.
Al día siguiente cuando los espíritus malignos llegaron nunca esperaron el recibimiento que mi madre y un sacerdote les tenían preparado. Esa noche, a través de un ritual de exorcismo se liberaría a mi casa de aquellos terroríficos seres del inframundo.
Hoy en día a ese camino se le conoce como el Sendero de los Espíritus y afortunadamente puedo decir que la pesadilla ya pasó. El alma en pena de la anciana, que me visitaba por las noches, para entrar a mis sueños y espantarme; nunca más volvió a aparecer.
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