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La Dama que Imita a las Personas

La Dama que Imita a las Personas - Leyendas Tradicionales Mexicanas

Desde hace mucho tiempo circulan cientos de leyendas tradicionales mexicanas, que se han vuelto populares a través de los años. El relato que a continuación te vamos a ofrecer está basado en una de ellas. Esta historia, es para apreciarla porque retrata las tradiciones y costumbres de este bello país. Que la disfruten.

La Dama que Imita a las Personas

Historia Original de Juan Pablo Rivera Machado

En cierta ocasión, estando a punto de dormir y en una noche lluviosa, nos arremolinamos entorno a mi abuelita paterna, para que nos contara una historia de terror; pues ella acostumbraba deleitarnos con relatos basados en las leyendas tradicionales mexicanas.

Esa vez, nos platicó de como un “doble” de ella, se dejaba ver constantemente en la cocina y el comedor de la casa, incluso hasta llegó a intercambiar algunas señas y sonrisas con los peones del rancho.

Una noche tremendamente oscura, sin luna, mi abuela preparó la cena para todos los que moraban en la pequeña hacienda. En aquel tiempo, no existía el suministro de energía eléctrica y se iluminaban con cachimbas de combustóleo. Así que de cierta manera, no les saltaba la preocupación de quedarse sin luz.

Mucho antes de que todos terminaran de cenar mi abuela se despidió para ir a dormir, la jornada de ese día había sido extenuante y se sentía agotada. Pasaron alrededor de 30 minutos cuando uno de los vaqueros se levantó del comedor con la intención de rellenar su taza de café.

Cuando estaba sirviéndose, se sorprendió de ver a mi nana en completo silencio mirando hacia afuera por una de las diminutas ventanas de la cocina y le dijo: «¡Señora Chayito! ¿Qué no dijo que ya se iba a dormir?».

La extraña figura giró la cabeza lentamente y la movió indicando que aún no se iría a descansar. Entonces el vaquero expresó: «Bueno, yo si me retiro a mi cuarto, me llevaré la bebida a la cama, que tenga buenas noches». De nueva cuenta, el personaje gesticuló como señal de despedida.

Los dormitorios se encontraban a unos 20 metros de la unidad donde se preparaban y servían los alimentos. Así es que, la única salida de la cocina hacia la puerta principal pasaba forzosamente por el comedor.

El capataz ya en el comedor, se despidió de sus compañeros y salió al patio que divide las dos estancias, luego encendió un cigarrillo y se puso atento a observar el estrellado cielo.

Una vez que terminó, se dirigió a la entrada de los cuartos de dormir, y se sorprendió al ver en el pasillo central a mi nana Rosario.

—Oiga ¿Qué no estaba en la cocina hace unos 5 minutos? —preguntó el ranchero.

—¿Yo? —dijo con extrañeza mi abuelita—. Desde que me vine no he salido de mi cuarto; hasta este momento que salí a tomar un poco de agua de la olla.

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El vaquero regresó corriendo al comedor y llenó de preguntas a sus camaradas. Sin embargo, nadie había visto a Chayito entrar y salir de la cocina.

Después, el caporal se dirigió al fogón y se asomó por aquellas ventanitas imitando a la señora que había estado minutos antes ahí. A lo lejos, pudo ver un destello de color amarillo-rojizo y una silueta que caminaba hasta perderse en la oscuridad al tiempo que la luz se desvanecía.

“La dama que imita a las personas” dijimos todos cuando terminamos de escuchar la historia.

—Así es pequeños, duérmanse y que descansen, buenas noches. —respondió la dulce viejecita, despidiéndose.

Con temor me levanté para ir a los baños, éstos estaban a una distancia de 30 metros del portal con arcos donde dormíamos. Vi que la lluvia seguía leve pero constante; a mi derecha; estaba ya en ruinas la vieja cocina-comedor, testigo de la leyenda que acabábamos de escuchar.

Estaba un poco oscuro, por lo que dirigí la luz de mi linterna hacia la entrada temblando más de miedo que de frio. Entonces, me di cuenta que extrañamente los dos perritos que cuidaban el rancho no hacían ningún ruido.

Ese extraño detalle, me puso más nervioso y corrí de prisa hacia el baño; después cerré la puerta. Al terminar de hacer mis necesidades el miedo me invadió y decidí alejarme de aquel lugar con largas zancadas.

Al inicio iba despacio, pero conforme avanzaba ya no pude más y apresurando el paso hui despavorido. Estaba seguro que a mis espaldas alguien me observaba. Una vez que alcancé el portal me sentí valiente, respiré profundo y pensé: «¡Patrañas! Es sólo un cuento, no caigas en el juego».

Ya cuando estuve más sereno, di media vuelta y caminé quedando en contra esquina de la cocina-comedor. De nuevo, iluminé la entrada de la construcción en ruinas; después tomé un ángulo que me permitiera mirar las famosas ventanitas.

No sé si fue mi imaginación, pero pude vislumbrar la silueta de una cara que me vigilaba a través de dichas aberturas. De pronto, miré en dirección contraria al ventanal y a lo lejos sobresalía un destello de luz rojizo-naranja. También alcancé a ver una sombra que se alejaba lentamente hasta perderse en la inmensidad

Con el miedo a flor de piel, un frío intenso y resoplando me arropé entre las cobijas de mi cama sin apagar la linterna, justo en ese instante los animalitos guardianes empezaron a ladrar de manera ensordecedora, provocando que todos los demás se despertaran.

Jamás les platiqué a mis familiares lo que esa noche me sucedió; pero de que existe la dama que imita a las personas… ¡Existe!.