En varios países de Latinoamérica existen relatos antiguos que guardan ciertas similitudes. A veces se parecen en los hechos; pero en otras ocasiones pueden compartir personajes. Esto sucede en la Leyenda del Sombrerón, una historia que en Colombia y Guatemala tiene al mismo protagonista: un misterioso jinete vestido de negro.
También en México y Argentina, circulan algunos relatos que están relacionados con tal ente. Sin embargo, es en Guatemala y Colombia donde ese espectro se ha vuelto más famoso. Y aunque en cada país se maneja una versión distinta, en todas las historias el actor principal suele ser El Sombrerón.
Las crónicas sobre este extraño personaje son tan diversas que pueden confundir a la gente. Para evitar eso, abordaremos las historias del Sombrerón más conocidas en América Latina. En los relatos que presentaremos hay quizá fantasía y verdad; esto sucede porque las leyendas casi siempre vienen de la tradición popular.
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El Sombrerón de Colombia
Desde 1837 empezaron a correr rumores de que, en diferentes pueblos de Antioquia, Colombia; andaba un extraño hombre recorriendo los caminos desolados. Decían que era un anciano con ropajes oscuros, que portaba un gran gorro de alas anchas. Por esa peculiar prenda, a este personaje se le llamó El Sombrerón.
Se cree que en aquella época el desconocido aún estaba vivo; pero después murió y empezó a penar su alma. Desde entonces lo han visto cabalgar en las frías noches, sobre un brioso caballo de aspecto infernal. Ese espectro va acompañado de dos feroces perros que sujeta con toscas cadenas.
Cuentan que el jinete negro y sus tres animales se mimetizan con la oscuridad. A veces brotan de entre las sombras, para luego ir a buscar viciosos y jugadores. También la gente malvada tendrá que tener cuidado, porque El Sombrerón persigue a las personas inmorales; pues detesta los malos comportamientos.
Cuando encuentra víctimas, emprende una endiablada persecución azuzando al potro y los perros. Aquellos animales obedecen a su amo y van a buscar las presas. De pronto se escucha: «Si te alcanzo, te lo pongo». Al oír esa frase, los parranderos saben que deben huir si quieren salvar el pellejo.
Después la figura de negro lanza el enorme sombrero para atrapar algún malviviente. Entonces esa persona se llena de terror y siente que le abandonan los sentidos; luego aquellos entes diabólicos desaparecen. Al despertar estará confundida y no sabrá si la espantosa experiencia, fue realidad o producto de su imaginación.
Esta leyenda colombiana se considera uno de los relatos más famosos de Medellín. Sin embargo, en otras regiones de Huila, Valle del Cauca y Tolima; también han reportado la presencia del Jinete Sin Zamarros. Es el mismo ser espectral que llaman El Sombrerón, del que les contaremos la siguiente historia.
Leyenda Colombiana del Jinete sin Zamarros
La leyenda del Sombrerón más popular en Colombia, es la que sucedió en alguna población del Departamento de Antioquia. Nadie sabe cuándo pasaron los hechos, pero se asegura que fue verdadera. Por eso esta historia alcanzó bastante fama en la región de Medellín; desparramándose incluso, hacia otras partes del país.
Un viento frío soplaba en aquella noche de luna, cuando de una taberna salieron dos hombres. Los amigos caminaban tambaleándose por todo el licor que habían disfrutado. Hacía tiempo que llevaban la vida descontrolada; llena de vicios y parrandas. No sabían que esas costumbres, enfadaban al ser que los vigilaba.
De repente, emergió de entre las penumbras un hombre de traje negro que montaba a caballo. Iba acompañado de dos enormes perros que parecían bestias infernales. Los fieros animales gruñeron al ver los borrachos; luego el jinete espoleó su cuaco. Era hora de ir por ellos para darles algún escarmiento.
Al sentir la presencia de aquellos seres, los amigos quedaron helados. Después oyeron una horrenda voz que decía: «Si te alcanzo, te lo pongo». Estaban seguros que peligraban, porque El Sombrerón iría a buscarlos. Uno de ellos corrió a esconderse en el monte y el otro huyó por la trocha.
De pronto, el sombrero del jinete voló rumbo a la vereda. Entonces el hombre muy asustado, vio que caía sobre él; luego le abandonaron los sentidos. Cuando reaccionó quedó perplejo, pues se percató que ya no estaban los espectros. Creía que había tenido una pesadilla o algún tipo de alucinación.
Dicen que El Jinete Sin Zamarros también aborrece a los tramposos y pendencieros. Se cree que es algún tipo de justiciero que no soporta a la gente malvada. En algunos lugares ha perseguido a padres desobligados. Hay personas descarriadas que necesitan encontrarse con El Sombrerón, quizás así dejarían la vagancia.
El Sombrerón de Guatemala
En Guatemala surgieron historias que alcanzaron gran fama mundial. Como ejemplo está la leyenda del Sombrerón, una tradición que habla de un enigmático ser que no pertenece a este mundo. En los pueblos de ese país muchos le temen, pues esa criatura acostumbra llevarse el alma de las mujeres hermosas.
Lo que cuentan de ese personaje, puede pensarse a veces que es un mito. En la mayoría de las ocasiones se asegura que, esa entidad existe desde hace mucho tiempo. Por eso, en la Antigua Guatemala nacieron varias crónicas que alimentaron a esta leyenda latinoamericana; una historia que enseguida compartiremos.
A veces, se habla de algún ser diminuto que presenta apariencia de duende. Sin embargo, la versión más conocida de esta leyenda de Guatemala lo describe un tanto diferente. Menciona que el misterioso hombrecillo es de poca estatura, y que va montando una mula en las noches de luna llena.
Se trata de alguien que es carbonero, lleva un sombrero enorme que le cubre gran parte del rostro. También carga una guitarra en el hombro para entonar bellas melodías. Con las canciones, enamora a muchachas de cabello largo que son dueñas de grandes ojos; luego roba su voluntad de vivir.
Si encuentra una doncella que le gusta, empiezan a suceder cosas extrañas. Al caer la noche, el enano bribón cabalgará en las bestias ajenas hasta agotarlas. Cuando los rancheros encuentren trenzadas sus crines, sabrán que es obra del Sombrerón. Entonces se darán cuenta que alguna muchacha del pueblo corre peligro.
Al Sombrerón también se le llama Tzitzimite. Algunos piensan que es un demonio malvado que disfruta hacer fechorías. Cuando los lugareños advierten esta presencia, deciden cortar el pelo de sus hijas. Otros en cambio huyen de esas tierras, pues presienten que llegará la desgracia; así sucedió en el siguiente relato.
Leyenda Guatemalteca del Sombrerón
En cierto lugar rural de la vieja Guatemala, cuentan que en algunas noches pasaban cosas inexplicables. La gente oía relinchar los caballos afuera de los corrales, entonces pensaba que algo los espantaba. No se imaginaban que era un extraño ser que tejía sus cerdas y cabalgaba en ellos hasta agotarlos.
Al día siguiente, cuando veían esas raras trenzas en los animales fatigados, recordaban la leyenda del Sombrerón. Aquella historia decía que, en algunas noches de luna llena un misterioso personaje visitaba los pueblos y hacía travesuras. También contaba que vestía de negro y que cargaba una guitarra para dar serenatas.
Los campesinos sabían que aquel personaje tenía escasa estatura y que traía puesta una descomunal guaripa. Era un hombrecito que con sus canciones seducía a las mujeres más hermosas del pueblo. Así quedaban hechizadas, perdiendo para siempre el apetito; luego el engendro las convencía de seguirlo hasta otra dimensión desconocida.
Esa historia quedó confirmada cuando cierta muchacha de la región cayó enferma. La joven tenía grandes ojos que combinaban con el largo cabello. Los padres de ella descubrieron unas extrañas trenzas en su pelo, así supieron que algo malo pasaba. Estaban conscientes que El Sombrerón la había elegido para enamorarla.
Decidieron llevarla a un convento para salvarla, pero nunca mostró mejoría y sin más remedio murió. Cuentan que, al quedar el cuerpo exánime, aparecieron varias gotas de cristal en su pálido rostro. Algunos aseguran que, fue el llanto que derramó el chaparro cuando supo que ella había dejado este mundo.
No se sabe si esas lágrimas de cristal, fueron de felicidad porque la muchacha decidió seguirlo. Quizás así sea y ahora ya están juntos en otro plano. Lo único cierto es que la joven dejó a su familia para siempre y que el alma de ella voló al más allá.
El Sombrerudo en México y Argentina
Por otros países de Latinoamérica también han visto a este legendario personaje. Hay historias en México que hablan de cierto hombre que luce su traje negro. Pero en Argentina tiene forma de gnomo europeo. En ambos casos, el extraño ser carga un abultado sombrero, a eso se debe su apodo.
En algunas zonas de Oaxaca y Chiapas, en México; hay relatos parecidos a la leyenda guatemalteca del Sombrerón. Es entendible porque en esos estados, también floreció la cultura mesoamericana. Una tierra rica en costumbres y tradiciones, que desde épocas antiguas se caracterizó por ser un lugar feraz de historias fascinantes.
Incluso, por la región sureña de la nación azteca, dicen que deambula un misterioso ente que se asemeja al Charro Negro. El espectro suele pasear en su endemoniado caballo, unos aseguran que va vestido elegantemente. En las andanzas nocturnas acostumbra enamorar muchachas bellas, a quienes les ofrece lujos y riquezas.
Al sur de Latinoamérica, específicamente en las tierras argentinas, habita cierta criatura muy extraña. Tiene forma de duende con aspecto avejentado que tiene manos diferentes; una está hecha de lana y la otra es de fierro. Lleva puesto en su cabeza un gran gorro, por eso le dicen El Sombrerudo.
Con sus vestimentas llamativas suele pasearse por los bosques. Dicen que es un espíritu muy travieso y siniestro que vive en los troncos de los árboles. Después de echarse una siesta sale a buscar posibles víctimas. Acostumbra asustar a los niños, también a cortejar lindas mujeres que seduce ofreciéndoles regalos.
Queda claro que el protagonista de todos estos relatos, no es un simple personaje de ficción. Debería creerse que El Sombrerón es real y que dio origen a varias historias de terror que con el tiempo se hicieron leyendas. Nunca dudes de su existencia, porque quizá alguna vez podrías encontrártelo.